domingo, 21 de marzo de 2010

Real Madrid - Sporting 3-1

El que hubiera tres días festivos, la supuesta poca entidad del rival y que el frio hubiera remitido temporalmente, propició una deserción masiva de socios. Por ello se podían ver camisetas rojiblancas por todo el estadio, incluso en las zonas reservadas a los socios.

Uno de esos osados se ubicó en la fila que precede a la mía, y ligeramente a la derecha. Bien parecía un clon de Villa, tanto de rostro como de físico.

Cuando ellos marcaron el gol no se recató lo más mínimo en exteriorizar su alegría, gritando, saltando e incluso blasfemando, de lo cual tomó buena cuenta el personal.

Y como poco dura la alegría en casa del pobre, pronto llegó el empate. Momento en que hasta un raulista que me acompaña gritó el gol a unos escasos centímetros del astur oído ( y eso que para lograrlo tuvo que hacerlo adoptando una postura digna de un tratado de yoga)

El rojiblanco mantuvo el tipo y se mostró impertubable y digno. Pero en ese momento se precipitaron los acontecimientos. Llegó el segundo del Madrid, y unos que se sitúan en la fila posterior a la mía, pensaron que no bastaba con gritar, así que le arrojaron a la espalda un vaso de plástico con hielos, empapándole literalmente. Él agarró el vaso y lo arrojó hacia atrás, pero de tal manera que el vaso y los hielos contenidos adoptaron una trayectoria ligeramente oblícua y cayeron sobre el raulista que me acompaña.
Éste le recriminó al gijonés su proceder, a lo que siguió un enfrentamiento entre ambos que casi llegó a las manos.

Mientras los autores del desafuero callaban como putas. La acción que había sido cometido con alevosía por haber atacado por la espalda, con nocturnidad, pues ya era de noche, y no con premeditación, pues para meditar y/o premeditar hace falta algo de matería gris, y encima la remataron arrojando un paquete vacío de tabaco que cayó sobre los ultrasur. Sólo faltó que tirarán un preservativo usado para hacer la trilogía viciosa.

Poco antes del tercer gol me di cuenta de que también habían llegado hielos a mi asiento, y cuando meditaba (más bien postmeditaba) qué hacer llegó el gol, y pensé que bien me compensaba la ligera molestía, y que bastante castigo se llevaban ya los hijos de Pelayo.

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