Con el "jaloguín" dichoso a punto de celebrarse y algún que otro descerebrado disfrazado de mamarracho por la calle (en el estado afortunamente no vi a nadie), algún que otro fantasma sobrevolaba el Bernabeu.
Afortunadamente muchos de los que poblaban las gradas no eran los habituales, y es que aunque no hubiera puente, estaban en sus pueblos llevando flores a las tumbas, y los que no son habituales, lo último que se les ocurre es abuchear o silbar al equipo. Aquello parecía un voto de confianza, o así lo entendieron los jugadores. Ni siquiera estaban los porreros de costumbre. Gracias a eso se pudo ver el partido con mejor nitidez.
En el banquillo más de uno veían balancearse la cuerda si no se sacaban los tres puntos. Y cuando se dio la expulsión (a mi entender justa) pareció que todos los demonios se conjuntaban y aquello llamaba a desastre y debacle.
Pero en ese momento el equipo que pareció poseido fue el Getafe, y más que por los demonios, por el miedo a no verse capaces de sacar adelante aquello.
Esta vez el Madrid no perdió la ocasión y aún en inferioridad le metió dos estacazos de esos que duelen mucho tiempo. Tal vez el lunes, cuando comiencen a entrenar decidan que sí, que se pueden llevar el partido. A buenas horas.
lunes, 2 de noviembre de 2009
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