Hay veces en que cuando uno va al fútbol, parece que en realidad está en el locutorio. El partido disputándose, y todos los que me rodean siguiendo el partido...a través los auriculares por donde siguen el partido. Y para dar más ambiente de locutorio tuve situado a mi izquierda a un aficionado proveniente de alguna ex-colonia.
Para más INRI cada uno de los radioescuchas se nutre de una emisora distinta, así que cada tiene versiones distintas para la jugada que acabamos de ver todos. Me recuerda a aquella frase de Groucho Marx: "¿Me va a creer a mí o a sus propios ojos?"
Y luego están aquellos que comentan por teléfono cómo va el partido con gente que está en el exterior. Y es que en los templos del deporte tenía que estar prohibido el uso de celulares, como sucede en los servicios religiosos o en las oposiciones. Más de uno se perderá un gol porque está mandando un SMS a alguien para escarnecer a su equipo.
Cuando empecé a ir al fútbol (al Calderón a animar al equipo visitante, salvo que se tratara del Barça) unos pocos llevaban aquellos pinganillos blancos de un solo auricular, los cuales permitían sin problema a los usuarios sostener una conversación con el vecino, pero los nuevos modelos aislan de tal manera que a más de uno le va a caer una bengala al lado y sólo se va a dar cuenta porque suda un poco más de lo habitual. Esto no es lo que era.
Y ayer seguramente se usaron ayer masivamente las nuevas tecnologías, porque sólo hubo emoción en el resultado, lo que es el partido, pues para borrar del disco duro.
lunes, 29 de marzo de 2010
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